domingo, 7 de octubre de 2012

Algunas veces sonrío para no espantar...


Abrió los ojos, se despertó en una laguna. Me dijo que agradecía que esa laguna se encontrara fuera de ella, porque ya tenía suficiente. Giré la cabeza porque no entendí lo que quería decir. Inmediatamente se levantó, todo estaba tan helado. Le ofrecí mi abrigo, pero lo negó. "Las marcas de la realidad permanecen, nos hacen creer que algo existió, si me oculto, si empiezo a prevenir esas marcas, jamás voy a recordar qué significó todo esto para mí". Seguía sin entenderla, porque tenía una gran facilidad para transformar el mundo en metáforas, todo significaba algo para ella... Todo menos yo.
Cayó suavemente en mis brazos, como si fuera una pluma... Pero se levantó rápidamente. "No quiero desvanecerme, no necesito ayuda para no hacerlo, tengo muchos pájaros negros que representan mi alma y quiero que vuelen, que se vayan, que sean libres. ¡Pero me voy a sentir tan vacía! Necesito tan sólo encontrar un remplazo, hasta que pueda formarme nuevamente. El vacío me llena de lagunas, las lagunas borran todas esas huellas que quiero que sean permanentes".
La amaba eternamente, pero no podía entenderla. Era una clase de jeroglífico extraño. No podía predecir sus movimientos, entonces siempre llegaba tarde. ¿Qué más tenía que decir? Las palabras me ahogaron, no sabía la manera, pero ella seguía interpretando todo lo que pasaba por sus ojos. Transformaba la realidad con palabras, no dejaba ir absolutamente nada.
"¿Nunca te pasó que sentiste tanta rabia que no sabías cómo sacarla hacia afuera? Las cosas te hacen mal, simplemente sentís que es injusto y todo lo que está a tu alrededor escapa. ¿Qué pasa después? Si todo se escapa, dejamos de reconocer. Reconocer es importante, porque las cosas 'de más' - aquellas cosas por las que nos arrepentimos - flotan cuando no sabemos a quién le estamos hablando. La rabia nos hace así, no nos permite reconocer. Y no hay manera de evitarlo. Sentimos que todo tiene que ser para nosotros, por nosotros. Y queremos dejarlo escapar, porque nos mata, nos apuñala de a poco. ¿Entonces no quisiste simplemente tener un reloj para evitar esa acción que te hace sentir rabia? Yo sí. Porque siempre supe que por más que se solucionara, iba a recordarlo y siempre iba a estar ahí a la deriva, esperando para saltar, esperando el momento oportuno. La rabia se encuentra escondida en esas huellas imborrables".
Miles de cosas pasaron por mi cabeza. Simplemente le pregunté por qué no quería que esas lagunas borraran esas huellas indelebles para que entonces así no existiera más la rabia.
"Si las huellas se borran, la rabia no va a tener dónde esconderse. Y va a estar siempre ahí. Borrar las huellas nos hace odiar, nos hace crear ese odio permanente".
Quise abrazarla con todas mis fuerzas, pero salió corriendo.
"El mundo no es la taza de café por la mañana, ni las risas compartidas de esos momentos inigualables. No es el olor a panadería por la tarde, no son las gotas de lluvia que nos mojan cuando menos lo esperamos. No son esos abrazos que tanto queremos, ni la bienvenida que nos hacen nuestras mascotas. El mundo no es nada, porque todo lo perdemos. El mundo cambia permanentemente y no nos deja acostumbrarnos, porque la gente cambia y es por el simple hecho de que todo termina".
No podía - ni quería - comprender más nada. Ella se sentó a mi lado y yo simplemente me quedé observando las mariposas que salían de sus ojos.

sábado, 12 de mayo de 2012

Dejarlo ir.

Dejarlo ir... Era la solución a todos los problemas humanos existentes. Podía ver cómo si algo nuevo les ocurría, simplemente cerraban sus ojos y dejaban que eso se fuera, de esa manera se sentían más purificados. Sin embargo, cada vez que algo espantoso ocurría en mi interior, cada vez que uno de mis intestinos comenzaba a largar los efectos de su podredumbre, simplemente me quedaba allí, estancada. Era como si se nublara mi alma y comenzara a llover sin parar por mis ojos. Yo no podía cerrar mis ojos y abrir el táper de mi cuerpo... Simplemente me parecía tan vacío... Yo sólo intentaba repararlo... Aunque miles de todos ellos me dijeran que nunca había reparación para ciertas cosas y que en algún momento quedarme encerrada en lo mismo iba a matarme, yo seguía haciendo lo mismo...
¿Qué era dejarlo ir? No quería verlo como un encierro, como algo sin libertad, como una 'cosa' metida adentro de otra. Supongo que dejarlo ir era ponerlo en libertad pero ¿en libertad de qué? si antes la libertad se encontraba, al dejarlo ir entonces, ese estado no cambiaría.
Entonces me puse a pensarlo... 'Dejarlo ir' presupone una acción, la de retener. Y la gente suele asociar retener con falta de libertad, pero no era ello. Después de todo, si elegíamos 'retener' algo en nuestro cuerpo, era porque nosotros queríamos, era porque nuestra propia libertad nos permitía seguir peleando por ello.
Pero ya sin entender - porque no todas nuestras decisiones por más que sean queridas por nosotros mismos son libres, nuestro corazón nos pone bajo arresto muchas veces - seguí pensando en una nueva teoría.
¿Qué significaba dejarlo ir?
Y ya no pensé acerca de algo feo que se escapara, era una teoría muy convencional. Me puse a analizar que muchas veces la solución a nuestros problemas era simplemente sentir. Sí, a veces sentir nos hacía mal, nos sacaba fuerzas por momentos, pero al tomarnos un leve receso de ello, salíamos victoriosos... Con muchísimas fuerzas.
Ya al final de todo, sin condicionarme tanto por el significado universal de lo que era 'dejarlo ir' y encontrándole un sentido más profundo, pude darme cuenta que dejarlo ir no significaba hacer escapar algo que podíamos llegar a sentir pero que a su vez nos hacía daño y como escudo protector cerrábamos nuestros ojos y dejábamos de pensarlo. 'Dejarlo ir' no era eso.
¿Cuántas veces queremos y tenemos miedo de ser lastimados? ¿Acaso no es eso lo que nos detiene casi siempre? La historia siempre se repite, conocemos a alguien y como fuimos lastimados previamente, como "dejamos ir" - en su sentido erróneo - esos sentimientos que en algún momento estuvieron por matarnos, desconfiamos nuevamente y tememos. ¿A qué? Bueno, la respuesta es muy simple... Los seres humanos confiamos demasiado en nuestras experiencias personales, pero no nos damos cuenta que cada persona es un mundo distinto, que nos van a dar resultados distintos. Y es tan obvio que en algún momento vamos a sufrir por ello... Pero no significa que eso tenga que pasar siempre.
Al final de todo, después de un largo y amplio tiempo pensando acerca de lo mismo, me di cuenta que 'dejarlo ir' no era hacer desaparecer algo, si no dejar que crezca.
La pregunta entonces ahora sería ¿qué hay que dejar ir? Simple, nuestros sentimientos. No para que no existan, si no para que se desarrollen, para que florezcan y para amar sin miedo... Esa era la respuesta.

sábado, 24 de marzo de 2012

El deber en la tragedia.

Sentía el viento fresco acariciando mi piel... Fresco pero no helado. ¿Hacía cuánto estaba deseando congelarme hasta los intestinos? Mi piel, pese al calor y el fuerte sol, se encontraba pálida casi muerta, con algunas grietas más blanquecinas a causa del deber de llevar adelante tanta sensibilidad ante este temporal. Mis ojos se encontraban cansados y aunque la juventud resplandeciera fervorosamente en esta etapa de mi vida, en ellos se notaba una edad aún mayor... Mucho mayor. Ojos grandes y un poco desviados, siempre cargados por un brillo especial que más que brillo eran lágrimas secas por el viento que amenazaban a salir en cada momento en que el monstruo de mi mente acallaba a las olas de mi imaginación para comerme el cerebro y pisotearme el corazón. Mi sonrisa, casi desvaneciéndose ante las distintas situaciones pero adoptando una postura rígida frente a todos como si la vida fuera una suerte de múltiples asteroides. Pero de todo eso lo que más dolía era mi espalda, la que tenía que cargar con todos esos pesos que ni siquiera me pertenecían, la que pedía a gritos seguir adelante pese al dolor, la que mostraba que físicamente no todo se encontraba en perfecto estado. De todas formas, la esperanza intentaba contrarrestar cualquier otra fuerza negativa...
Una nueva explosión había comenzado en mi interior, intentando trazar una nueva historia en mi corazón con un lápiz afilado, una historia casi tan profunda como cada línea escrita en ese órgano con la presión de la mano del otro participante, que no hacía más que lastimarlo sin intenciones pero aún así con una torpeza poco sutil y capaz de predecirse incluso sin conocerlo... Inocencia y maldad eran todo lo que podía descifrar.
No sabía lo que me pasaba, pero a su vez sabía que algo me estaba ocurriendo. No me gustaban los comienzos, pero ellos se encontraban alejados de cualquier cosa que implicara sentimientos. El trayecto ya era largo, sin embargo mi mirada ante ciertas cosas especiales era totalmente cínica y espantosa. Podría jurar que si aquella vez la habitación hubiera tenido espejos me hubiera horrorizado al verme como un monstruo con tanta frialdad. No podía cargar con tantas cosas, simplemente a veces no sentía... Como si las emociones estuvieran escondidas, como si el único sentido presente fuera el tacto. Intenté apartarme de mis propios pensamientos pero no pude, inclusive mirándome al espejo, viendo esas violáceas y marcadas ojeras abajo de mis ojos, podía darme cuenta del fracaso ante esa alienación entre cuerpo y alma que había estado intentando practicar durante tanto tiempo. Mi única escapatoria ante esta pesadilla era dormir, viajar por el mundo de mis sueños un rato era el tipo de calmante que necesitaba, pero a veces algunas cosas de la realidad se filtraban en el mundo de los sueños, esas eran las veces a las que yo les llamaba pesadillas... Incluso en el mundo de los sueños me sentía totalmente atormentada...
Quería salir de esa burbuja en la que me había metido pero sabía que cuando me fuera, que cuando explotara, mis ojos iban a arder como el efecto del mismo detergente en ellos… Entonces no sabía cómo escapar, tenía miedo… Pero estaba dispuesta a tomar la salida más cercana.
Sin una opción secundaria y ante la confusión tomé la peor pero a su vez la mejor decisión: me quedé estancada, con mis extremidades anudadas entre sí, escondí mi cabeza y cerré mis ojos.

martes, 31 de enero de 2012

Lo inhóspito del amor.

Trató de no hundirse en el veneno de sus ojos, pero simplemente no pudo. El ardor del fuego de las llamas la prendían fuego mientras gritaba de dolor a más no poder pero sólo por dentro. Todo se reflejaba en esa leve capa vidriosa y brillante de sus ojos. No quería sentir más eso. Sabía que ese dulce veneno era su lugar y muchas veces actuaba como una poderosa droga con propiedades medicinales para su corazón, pero también sabía que se estaba rasgando ese órgano y cada una de sus sonrisas eran un vaso de alcohol para aquellas jóvenes lastimaduras.
Siguió permaneciendo sus ojos sobre ella, penetrando cada uno de sus sentidos con ese asqueroso y tan humano veneno, entonces ella levantó sus cristales casi rotos hacia esa fuente tan mortal, que pronto se desvaneció. Él no quería estar en esos vidrios, casi tan seguro porque mientras más rotos estaban, más se le clavaban en sus pies y le sacaban la poca libertad que tenía.
Ella estaba quebrada, como nunca, Él volvió a clavar su vista asesina sobre ella, tan dulce como la miel, una de esas pocas miradas azucaradas que existen en el planeta. La miró como a una idiota, con un poco de lástima y un poco de amor, no podía comprender cómo algo tan fuerte como el amor podían hacerla sentir tan mal. Ella volvió a levantar de a poco sus ojos cristalinos, casi convertidos en agua, y lo miró, también con un poco de lástima y un poco de amor. Ella sabía que él algún día iba a entender que la fortaleza del amor destruía al vulnerable cuerpo humano.
Por un momento, se miraron los dos. No se entendían, pero se miraban. Ella abrió su pecho y le dio su corazón, lleno de cicatrices, y con algunos pedazos que le faltaban. Los dos pasaron por cosas parecidas pero ella sufría más el amor, porque todavía no estaba preparada para eso, pero aceptaba el riesgo con una sonrisa de fuerte convicción. 

domingo, 11 de diciembre de 2011

Insensibilidad y pureza.

Había cosas que no podía sacar de mi mente, lugares que no se iban a borrar, clavados como una estaca en el medio del corazón, desagradables como el agua estancada que se encuentra un día de calor en el medio del camino.
Esas cosas, que no me hacían más que huír de ellas, esas heridas que no sangraban, que las tocaba y eran más frías que el hielo, que salían de mi boca con una sonrisa pero con un par de ojeras y dejaban caer un pedazo de vidrio roto de mis ojos.
Palabaras de papel, que con las lágrimas se desintegraban y caían en alguna alcantarilla de quién sabe dónde, lágrimas con papel, lágrimas con palabras, esas estaban allá y las otras, las más puras, las del corazón, las de los sentimientos, que llenaban la taza amarga con la que desayunaba todas esas ásperas mañanas de verano.
Sonriendo y pareciendo tan libre como yo sabía que no lo era, casi tanto. Las rejas que no hacían más que peso sobre mí, pero sin embargo parecía poder volar muy alto, cuando me hallaba en el subsuelo de la calle setenta y cuatro, un número más que ordinario y poco cotidiano para cualquier ser humano. Una calle, un pozo, en algún lugar. En algún lugar que no sabía muy bien. Saber era otra de las palabras que no podía liberarme.
El amor, a la luz tan brillante e inspirador, a la sombra casi tan monstruoso como los cuentos de terror a la noche, como la neblina del camino de vuelta a casa, como esas poderosas curvas vomitivas, como esos 'otros' que se hallaban abajo de nuestra cama, adentro de nuestro placard, en nuestra mente y abajo de nuestra propia lengua. 
Esos abrazos punteagudos, que sólo me daban más cosquillas, que me sacaban una sonrisa, que por pura insensibilidad no hacían más que arrugar mi piel y aumentar el grosor de mis venas que se negaban a darle paso a una pequeña vertiente, como queriendo mostrar lo humana que era, tan humanamente ordinaria como cualquiera.
Gente por todos lados que decide el tamaño de tu jaula como si fueran los 'sabelotodos posmodernos' que con palabras complicadas empiezan a formular una crítica como si se encontraran cinco escalones morales más arriba que vos. Cambiando palabras complicadas por sentimientos complicados. Sentimientos complicados de odio, ligados a una regla social que te querían obligar a sentir algo, haciéndome dar cuenta que no soy solamente más que una masa helada y asquerosa. Perdiéndome a mí misma una vez más por pensar lo anterior. En el final de todo, limitándome nuevamente, pero más que las otras veces.
Ya no era un 'corría por todas partes intentando encontrarme conmigo misma en este mundo tan solitario lleno de jueces que sólo quieren aplastarte con sus grandes martillos como si fueras un mugroso insecto'. Ya no era ni correr. Las cosas pesan más de lo que alguna vez pude llegar a imaginar, y ya hasta desvaneciéndose mi sonrisa de la poca fuerza que tenía para hacerla, ya cayendo en un lugar del que muy probablemente no iba a poder salir, el lugar de los 'desesperanzados' o de los seres sin alma, ese oscuro 'vacío' que no tenía más descripción que la misma palabra que podía llegar a definirlo, 'dónde no había más nada'.
Sin palabras ni respiración, pude ver la luz. Llegaste y me liberaste.

domingo, 2 de octubre de 2011

Ghost.

Siempre, casi todos, anhelamos con ver un fantasma, un espíritu, algo paranormal... Y no nos damos cuenta que ellos siempre están en nuestras vidas...
FANTASMAS, que dejan huellas en nuestras vidas y desaparecen, que dejan ese eterno vacío y nos condenan a la soledad. FANTASMAS, que son transparentes y a simple vista no se pueden encontrar, pero se hallan en la mirada y en la sonrisa de las personas, los únicos dos caminos que se dirigen hacia nuestras almas, donde podemos ver que ALGO SE ROMPIÓ, QUE ALGO FALTA, QUE NECESITAMOS ALGO... Y ahí es donde ellos se encuentran. FANTASMAS, pequeños e inofensivos, pero la realidad es que son VERDADEROS MONSTRUOS que sólo absorben nuestras esperanzas... FANTASMAS, malignos, diabólicos, aquellos que nos generan un miedo sin sentido, que nos roban lágrimas, momentos, Y NUESTRA PROPIA LIBERTAD.
FANTASMAS, UN SENTIMIENTO ÚNICO DE OLVIDO.
FANTASMAS, ME CONSUMEN, ME CONSUMEN, ME CONSUMEN...

viernes, 30 de septiembre de 2011

Escombros en la garganta.

Ideas distorsionadas atraviesan mi cansada mente. Se siente como si cientos de años hubieran atravesado mi piel, llegando a conquistar a mi organismo y a todos mis sentimientos que no tuvieron oportunidad de tener una devolución.
El hoyo que había quedado en mi alma luego de haber sido fundido por las llamas del dolor vuelve a reabrirse.
Esa sensación de asco podía contra todo, incluso contra las paredes de mis intestinos, cruzando mi estómago y saliendo al exterior materializado en un absurdo líquido bacterial.
La vida después de la muerte, que no era más que muerte, vacío, ausencia. No existía ninguna de esas dulces palabras que empalagan el alma y el paladar con un dulce como devolución a esos ojos brillantes y atentos de una inocente infancia.
La fuerza de mis ojos cerrados, intentando no ver la realidad, intentando ocultar mis lágrimas - de odio, de rabia, de impotencia, de decepción, entre otras cosas - fueron inducidas por esa gran mentira que, ya de grande, pude reconocer.
Intentaba escapar de todas esas ideas pero no podía, era como intentar saber si aquello que oscurecía el camino eran problemas de la vista o simplemente una neblina.
Atraída por el viento, vino la tormenta. Atraídos por las mentiras, se encaminaron los problemas.
No había salida ni solución, más que negar todo y creer en lo que yo misma veía y podía llegar a sentir.